martes, 5 de septiembre de 2017

SEGOVIA Y DON QUIJOTE. CURIOSIDADES LITERARIAS

 Después de cruzarse con esta fúnebre comitiva que algunos estudiosos no dudan en afirmar que se trata del traslado de los restos de san Juan de la Cruz, a escondidas en contra de la voluntad de los hermanos carmelitas andaluces, desde Baeza a Segovia donde actualmente reposan los restos del místico, D. Quijote decide en este capítulo que su sobrenombre, con el que pasar a los libros de caballerías, sea el de "el caballero de la Triste Figura".
También nos narra Cervantes como son unos socarrones pelaires segovianos los que -tras salir don Quijote de la venta que creía castillo sin abonar la cuenta-, mantean a Sancho hasta dejarle sin aliento. 
Pero esa es otra historia...

En una capilla en el interior del Convento Carmelita de san Juan de la Cruz, junto al santuario de Nuestra Señora de la Fuencisla, la iglesia de la Vera Cruz y la iglesia de san Marcos, a los pies del alcázar de Segovia, se veneran los restos del místico escritor amigo de santa Teresa de Jesús a la que ayudo en sus fundaciones; no en vano el 19 de marzo de 1574, la santa de Avila fundó en Segovia el convento carmelita de san José, en la plaza de la Merced, muy cerca del Alcázar de nuestra ciudad.


Aquí dejo un fragmento del capítulo XIX, De las discretas razones que Sancho pasaba con su amo, y de la aventura que le sucedió con un cuerpo muerto, con otros acontecimientos famosos.

Yendo, pues, desta manera, la noche oscura, el escudero hambriento, y el amo con ganas de comer, vieron que por el mismo camino que iban venían hacia ellos gran multitud de lumbres, que no parecían sino estrellas que se movían.
Pasmóse Sancho en viéndolas, y Don Quijote no las tuvo todas consigo: tiró el uno del cabestro a su asno, y el otro de las riendas a su rocino, y estuvieron quedos mirando atentamente lo que podía ser aquello, y vieron que las lumbres se iban acercando a ellos, y mientras más se llegaban, mayores parecían, a cuya vista Sancho comenzó a temblar como un azogado, y los cabellos de la cabeza se le erizaron a Don Quijote, el cual, animándose un poco, dijo: Esta sin duda, Sancho, debe de ser grandísima y peligrosísima aventura, donde será necesario que yo muestre todo mi valor y esfuerzo. [...]Deteneos, caballeros, quien quiera que seáis, y dadme cuenta de quién sois, de dónde venís, a dónde vais, qué es lo que en aquellas andas lleváis, que, según las muestras, o vosotros habéis fecho, o vos han fecho algún desaguisado, y conviene y es menester que yo lo sepa, o bien para castigaros del mal que ficisteis, o bien para vengaros del tuerto que vos ficieron.[...]
Harto rendido estoy, pues no me puedo mover, que tengo una pierna quebrada; suplico a vuestra merced, si es caballero cristiano, que no me mate, que cometerá un gran sacrilegio, que soy licenciado y tengo las primeras órdenes. ¿Pues quién diablos os ha traído aquí, dijo Don Quijote, siendo hombre de iglesia? ¿Quién, señor? replicó él caído. Mi desventura. Pues otra mayor os amenaza, dijo Don Quijote, si no me satisfaceis a todo cuanto primero os pregunte. Con facilidad será vuestra merced satisfecho, respondió el licenciado; y así sabrá vuestra merced, que denantes dije que yo era licenciado, no soy sino bachiller, y llámome Alonso López; soy natural de Alcovendas, vengo de la ciudad de Baeza con otros once sacerdotes, que son los que huyeron con las hachas, vamos a la ciudad de Segovia, acompañando un cuerpo muerto que va en aquella litera, que es de un caballero que murió en Baeza, donde fue depositado, y ahora como digo, llevábamos sus huesos a su sepultura, que está en Segovia, de donde era natural.
¿Y quién le mató? preguntó Don Quijote. Dios, por medio de unas calenturas pestilentes que le dieron, respondió el bachiller.
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